No hay una definición oficial y canónica de lo que la ciencia abierta es. Incluye, desde luego, el acceso abierto —la posibilidad de acceder y consultar las publicaciones científicas sin necesidad de pagar por ellas, aceptando que el conocimiento científico es un derecho universal—, pero abarca mucho más: una ética mucho más transparente sobre cómo se comparten las investigaciones y cómo se juzgan; una revisión sobre qué es preciso subrayar y valorar; una mayor apertura hacia la sociedad que permita a la ciudadanía introducir sus intereses y participar de sus procesos.
“Tenemos muchos problemas en la ciencia actual”, resumió Frank Miedema, decano en el University Medical Center Utrecht, en Holanda. Está el problema de la reproducibilidad: “de los 53 artículos sobre cáncer más revolucionarios, solo 6 (el 11%) pudieron replicarse con los mismos resultados”. O el mecanismo por el que los científicos consiguen su reputación, que viene resumido en el lema “publicar o perecer” y que implica que “la calidad y la relevancia están subordinados a la cantidad, que se prima la investigación de bajo riesgo y a corto plazo”. Hay un problema incluso en los procesos por los que se juzgan los trabajos, la conocida como revisión por pares, que para Miedema implica que “en quince minutos se valora y dictamina un trabajo de años”. Con el agravante de que muchas veces no lo realiza el investigador principal, sino “un postdoc o incluso un estudiante de doctorado, porque no hay tiempo”.
Leer "Ciencia abierta: un camino para hacerla real" Sinopsis del debate sobre Open Access, reproducibilidad, indicadores, ciencia ciudadana e innovación responsable en el marco de la iniciativa B·Debate de Biocat y Obra Social “la Caixa”.
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